Tema:
La ebanistería y sus derivados
Por:
dianey palacios trochez
A:
Prof. Nelson Cuesta
Asignatura:
Informática
Colegio:
Institución educativa integrado carrasquilla industrial
Quibdó – choco
2015
Tabla de contenido
Anteportada pag
1
Portada pag
2
Tabla de
contenido pag
3
Introducción pag
4
Justificación pag
5
Objetivos pag
6
Concepto de
ebanistería pag
7
Técnica de la
ebanistería pag
8
Historia de
la ebanistería pag
9
Conclusión pag
15
Introducción
Exige una gran
práctica en los talleres para la parte ejecutiva, y algunos conocimientos de geometría
para el trazado.
Es una
especialización de la carpintería orientada a la construcción de muebles. El
término procede de un tipo de madera, el ébano, considerada preciosa desde la antigüedad,
procedente de un árbol
angiospermo
dicotiledóneo
de origen africano
(Diospyros ebenum), que da una madera dura y pesada, negra en el centro
y blanca en la corteza se le reconoce como ebanistería
Justificación
El presente
trabajo es de gran importancia para mí como alumna por que puedo tener en
cuenta el concepto de ebanistería y además, saber cuáles son sus técnicas para
poder trabajar y su historia para mantenerme al tanto del origen de la
ebanistería y poder hacer un buen trabajo como estudiante de ebanistería
Objetivo general
Investigar a
cerca de la ebanistería como especialización de la carpintería orientada a la construcción de muebles. El
término procede de un tipo de madera, el ébano, considerada preciosa desde la antigüedad, procedente de un árbol angiospermo dicotiledóneo de origen africano (Diospyros ebenum), que da una madera dura y pesada,
negra en el centro y blanca en la corteza.
Objetivo especifico
1.
Identificar que es ebanistería
2.
Acatar y seguir sus técnicas
3.
Conocer su historia
4.
Aprender cada día mas todo lo
relacionado con la ebanistería
Ebanistería
La ebanistería es una especialización de
la carpintería
orientada a la construcción de muebles. El término procede de un tipo de madera, el ébano,
considerada preciosa desde la antigüedad,
procedente de un árbol
angiospermo
dicotiledóneo
de origen africano
(Diospyros ebenum), que da una madera dura y pesada, negra en el centro
y blanca en la corteza.
La
ebanistería se distingue de la carpintería en que produce muebles más
elaborados, generando nuevas técnicas y complementándolas con otras para la
manufactura de algunas piezas, tales como la marquetería, la talla, el torneado y la taracea, entre
otras técnicas. Aun sin ser característica propia el uso de algún material
específico, la ebanistería busca desarrollar muebles de mejor calidad y diseño.
Este es el oficio que acompaña el proceso de diseño del mobiliario, ya sea
comercial o doméstico.
El arte del
ebanista, como el del carpintero, exige una gran práctica en los talleres para
la parte ejecutiva, y algunos conocimientos de geometría para el
trazado. El ebanista ha de inventar formas con arreglo a los caprichos de la
moda y saber hacer los cortes necesarios para llegar a ellas.
Técnica
de la ebanistería
Las maderas que emplea el ebanista son las llamadas finas o preciosas,
exóticas e indígenas por punto general. Pero, por razones de economía, también se suelen hacer los muebles con maderas ordinarias chapeadas de
las maderas antes indicadas. En el primer caso, se dice que los muebles son macizos
y, en el segundo, chapeados. Las maderas indígenas deben buscarse
ligeras, que sean fáciles de trabajar con el cepillo, capaces de recibir el
regular pulimento y de resistir sin deformarse las influencias atmosféricas, encontrándose en estas condiciones:
- El abeto, acebo, aliso, almendro, boj, castaño, cerezo, ciprés, ciruelo, fresno, haya, chopo, lentisco, manzano, olivo, peral y tejo.
- Otras, que
son pesadas, fuertes y de grano fino, que admiten un buen pulimento, como
el nogal y el roble.
- Las
exóticas, de gran finura y compactibilidad, que se pulimentan perfectamente
y presentan colores vivos y un veteado especial, como el amaranto, la caoba, el palo de
Cayena, el itabo, ébano, arce de América, granadillo, limonero, palo santo, palo de
rosa, guayaco, tuya de Argelia y sándalo.
Las herramientas que emplea el ebanista son las mismas
de que hace uso el carpintero, pero más finas, ya porque así lo exige el grano
de la madera, ya porque no debe perder de ésta sino la menor cantidad posible.
Además, utiliza cuchillas de alisar, piedra pómez, esmeril y papel de lija.
El ebanista debe saber chapear, barnizar, embutir y
teñir las maderas, así como utilizar las veladuras y lobanillos de aquéllas por
el bello aspecto que ofrecen, y hasta debe conocer algo de las artes del tornero y del tallista. Las sierras del ebanista son de dientes finos.
Los cepillos, de boca estrecha, y cuando se tiene gran interés en que no se
levante astilla alguna, los hierros de cepillar o corroer deben estar
estriados en sentido de la longitud del hierro, con lo que su canto se halla
erizado de una dentadura sumamente fina y de dientes triangulares cuya punta
rae sin levantar astillas.
Historia de
la ebanistería
La ebanistería tuvo sus inicios en el trabajo con
madera de ébano –de ahí su nombre–, que antiguamente era muy rara y costosa,
proveniente sobre todo de Córcega y del norte de África. Por ello, la confección de muebles con esta madera
se convirtió en un oficio de calidad artesanal, donde junto a la técnica se
valoraba la habilidad del ebanista, así como la artisticidad de la decoración
elaborada en ellos. A partir del siglo XVII, el ébano comenzó a ser sustituido por maderas
teñidas. Desde entonces se entiende la ebanistería como la confección de muebles
con maderas valiosas, que pueden estar recubiertas de diversos elementos como
paneles lacados, planchas de cerámica, apliques metálicos o piedras
preciosas.
De época antigua no quedan muchos testimonios, tan sólo algunos
hallazgos arqueológicos y representaciones de obras de
ebanistería en pinturas y relieves. Los ejemplos más antiguos se encuentran en la
antigua Mesopotamia, con muebles de ébano y marfil para uso de la realeza, datados en torno a los siglos VIII y VII a.C. En
el antiguo Egipto hallamos ejemplos como los muebles de cedro con taraceas de ébano y marfil de las tumbas de Ju’e y Tu ‘e (Museo Egipcio
de El Cairo). En la tumba de Tutankhamon se hallaron diversos muebles de uso
personal del faraón, de gran calidad artística. Las
principales tipologías solían ser: escabeles, cofres para objetos preciosos,
mesillas de un pie (mono pódium),
camas con patas en forma de animales diversos (toro, chacal, león), etc. En Grecia se realizaban muebles con ébano, marfil, plata y oro, como se describe en la fabricación de la cama de Ulises en la Odisea (1. XXIII). Entre sus principales
realizaciones hallamos: escabeles, sillas de respaldo inclinado sin brazos (klismos), camas de tablas colocadas
sobre caballetes, cajas ambivalentes que servían como contenedor de objetos o
como asiento, etc. De la Antigua Roma destaca el triclinium
–de origen etrusco–, lecho donde los romanos se recostaban a comer. En
época imperial se dieron muebles con decoración helenística de gran lujo, con patas de mármol en forma de leones, grifos, esfinges y otros animales, a menudo con adornos de bronce. Los muebles más usados eran: sillas de respaldo inclinado (cathedra), escabeles de sección
redonda con patas de tijera (sella)
y armarios con estantes interiores cerrados por dos batientes.[1]Durante la Edad Media predominó la simplicidad y la severidad, como
correspondía a la nueva religión preponderante, el cristianismo, que propugnaba la pobreza y la austeridad. En los monasterios nació el escritorio, mesa con puertecillas y
estantes, con atriles y repisas para libros. Proliferaron los arcones, que
servían para guardar ropa y, a la vez, como asiento. Las camas ganaron en
altura y se aislaron del suelo, a menudo decoradas con balda quinos con cortinas. Las mesas (mensae) eran largas y apoyadas en trípodes. Las sillas eran plegables con patas curvadas (faldistorium). En el gótico se puso de moda una decoración inspirada en la arquitectura de las catedrales, con ojivas, rosetas y ventanillas poli lobuladas.
Cabe destacar igualmente en esta época la riqueza decorativa desarrollada en
las sillerías de los coros de catedrales y monasterios. En el Imperio Bizantino el mobiliario era más lujoso que en Occidente, con incrustaciones de oro, plata y nácar, y revestimientos con paños y cojines.[2]
Un primer momento de esplendor de la ebanistería se
produjo durante el Renacimiento: en Florencia, los trabajos de ebanistería eran llamados «fuera de
norma», porque por su calidad, tanto en materiales como en la técnica y
habilidad del artesano, se salían del oficio gremial y reglamentado del
carpintero. Considerados como muebles de lujo, sólo estaban al alcance de
hombres ricos y poderosos, sirviendo para decorar sus grandes palacios. En el siglo XVI, la ebanistería incorporaba materiales preciosos como
el marfil y la madreperla, apliques en hueso, pinturas al temple con motivos heráldicos o alegóricos, relieves con panes dorados y plateados, etc. Buen
ejemplo de ello eran los studioli,
las estancias que los grandes magnates renacentistas de vocación humanista dedicaban al estudio y al coleccionismo, como el del
duque Federico de Urbino, con paredes revestidas de grandes estanterías con trabajos de taracea,
realizado hacia 1450 por Baccio Pontelli según un boceto de Botticelli. Cabe remarcar que en esta época se introdujo el uso
de bocetos para el diseño del mueble, claro ejemplo del carácter a la vez
intelectual y artístico de este trabajo, destacando especialmente los diseños
de Francesco
Salviati. En época
renacentista continuaron las mismas tipologías que en el periodo medieval
(camas, mesas, arcones, armarios), pero con una composición basada en paneles y
molduras, y una decoración de estilo clásico. En el Cinquecento predominó el entallado, con mesas y sillas en forma
de X, como la sella curulis
romana.[3]
En el siglo XVII apareció el mueble placado o chapeado: sobre una
estructura de madera blanda (abeto, chopo, álamo), se colocaban finas láminas de maderas preciosas.
Buen ejemplo es el mobiliario del Palacio Pitti de Florencia, con incrustaciones de piedras y
mármoles policromos. A finales de siglo, se desarrolló
en los Países Bajos la técnica del revestimiento, finas
planchas de madera empelechada que forman una taracea decorativa, llamada marquetería. Esta técnica se difundió gracias al aumento del
comercio transoceánico, que permitió la llegada de maderas exóticas, como el amaranto, la caoba, el sicomoro, etc. Los muebles barrocos se caracterizaron por las superficies onduladas,
cóncavas y convexas, con volutas y diversos motivos como cartelas y conchas. En
Italia destacaron: el armario toscano de dos cuerpos, con balaustradas de bronce y
decoración de taracea de piedras duras; el escritorio ligur de dos cuerpos, con figuras talladas y superpuestas (bambochos); y el sillón entallado veneciano (tronetto),
de exuberante decoración. En España surgió el bargueño, cofre rectangular con asas, con
numerosos cajones y compartimentos. El mobiliario español continuó con la
decoración de estilo mudéjar, mientras que el barroco se
denotaba en las formas curvas y el uso de columnas
salomónicas en las camas. Aun así, predominó la austeridad de signo contra reformista, como se denota en el sillón llamado frailero (o misional en Hispanoamérica).
La edad de oro de la ebanistería se produjo en la Francia de los Luises –de Luis XIV a Luis XVI–, donde se alcanzaron altos niveles de calidad y
refinamiento, sobre todo gracias a la obra de André-Charles
Boulle, creador de
una nueva técnica de aplicación de metales (cobre, estaño) sobre materiales orgánicos (carey, madreperla, marfil) o viceversa. Entre las obras de
Boulle destacan las dos cómodas del Trianón, en Versalles, y el reloj de péndulo con el Carro de Apolo
en Fontainebleau. La ebanistería francesa valoraba
la calidad y el lujo, pero también la comodidad y el confort, sentando las
bases de la ebanistería moderna. Las tipologías de muebles más corrientes en
esta época eran: el boudoir (un
tipo de salón), el bureau
(escritorio), la cómoda, el secrétaire
de señora (mesa con cajones), el chiffonière
(mesilla de noche), el cartonnier,
diferentes tipos de sillas y sillones como los canapés, los bergères,
la chaise-longue, el fauteuil, etc. Como nombres, cabe
citar, además de Boulle, a Charles Cressent, Antoine Gaudreaux, Pierre Migeon, Jean-François Oeben, etc.[4]
En el siglo XVIII se introdujeron las aplicaciones de bronce dorado al mercurio en la decoración de marquetería. En
Francia, el estilo Luis
XV fue una etapa
de transición entre barroco y rococó, de carácter más íntimo y reservado, con
proliferación de saloncitos y tocadores con mobiliario de líneas suaves y
tamaño más reducido, decorados con bronce y palisandro, con motivos ornamentales de conchas, palmetas y
hojas de acanto, y marqueterías de formas geométricas de color claro sobre
fondo oscuro. Es de remarcar que en esta época, en Francia, los ebanistas
empezaron a dejar en el mueble una marca personal, una firma que era a la vez
un sello de garantía y una forma de reconocer su valía como verdaderos
artistas. Igualmente, en esa época aparecieron numerosos tratados que abordaban
la ebanistería tanto en su aspecto técnico como teórico y de diseño, como el de
André-Jacob Roubo, L'art du menuisier en meubles
(París, 1774). En el Reino Unido surgieron asimismo los primeros catálogos de muebles,
forma de incentivar el comercio pero también testimonio del carácter de
producto de lujo que tenía la ebanistería, como en la obra de Thomas
Chippendale, George
Hepplewhite y Thomas
Sheraton. La moda
entonces eran los muebles recubiertos de placas de laca o barniz, o con láminas de porcelana, bizcocho o mayólica.[5]
Destacó especialmente la obra de Thomas
Chippendale, que dio origen al llamado «estilo Chippendale» (segunda mitad del siglo
XVIII), caracterizado por el eclecticismo, con mezcla de elementos góticos,
rococó, paladinos y chinescos. Era un mobiliario en maderas exóticas como la caoba, adornadas con incrustaciones de otras maderas o con guarniciones de
bronce dorado. Los motivos decorativos eran de diversa procedencia, desde las
ojivas y rosetones góticos hasta las máscaras y conchas rococó, pasando por
motivos chinescos como pagodas y aves. Las sillas y sillones
estaban revestidos de terciopelo o brocados en seda, mientras que las camas eran con dosel y cabeceros esculpidos. Chippendale
plasmó su teoría en la obra Guía del
caballero y del ebanista (1754).[6]
Desde finales del siglo XVIII y durante el XIX se empezó a valorar más el aspecto funcional de los
muebles, introduciendo diferentes innovaciones mecánicas como los muebles transformables: buenos ejemplos son
las mesas denominadas Arlequín,
de Abraham
Roentgen, y las
escribanías con cilindro de Jean-Henri Riesener. El neoclasicismo supuso el retorno a formas más
clásicas, representado principalmente por Robert Adam, que diseñó interiores inspirados en la tradición
grecorromana, con cierto aire arqueológico, como en Sion House (Middlesex, 1762) y Home House (Portman Square, Londres, 1777). En Francia, con el llamado estilo Directorio (1795-1805) se volvió a un tipo de mueble más sobrio,
con preponderancia de lo constructivo sobre lo decorativo, volviendo a los
planos y líneas rectas y a las formas cilíndricas. La tendencia fue hacia estructuras macizas, con
superficies lisas y aplicaciones de bronce. Se pasó de los tonos pastel del rococó a los colores puros de
la madera, destacando el brillo oscuro de la caoba. Se sustituyeron los motivos
florales por ribetes de madera teñida de granate o filigranas de latón, y se incorporaron símbolos de la Revolución
Francesa como el gorro frigio, el haz lictorio y las frondas de roble. Las sillas tenían el respaldo
tapizado y en forma de S (en crosse),
con las patas traseras curvadas «en sable». Los respaldos eran de tipo anatómico –llamados «de góndola»–, o rematados en voluta. Las
camas y los sofás estaban inspirados en el triclinium romano.
El estilo
Imperio se desarrolló
en la Francia napoleónica y de la Restauración, de donde pasó al resto de Europa, sustituyendo la sobriedad por la ostentación y el lujo, con un estilo
suntuoso, con preferencia por temas exóticos y orientales, preferentemente
egipcios, debido a la campaña napoleónica en Egipto (1798-1801). Así, es frecuente la decoración con
animales exóticos, esfinges, palmas, hojas de loto, etc. Las cabeceras de las camas y las patas de mesas
y sillas suelen ser en forma de cisne, águila o leones alados, junto a lanzas y sables y símbolos egipcios o romanos, o bien la N de
Napoleón con una corona de laurel. El mejor exponente de este estilo
fue el Castillo de
Malmaison, de Charles Percier y Pierre-François-Leonard Fontaine.[7]
En contraposición, el estilo Biedermeier alemán presentó un diseño más práctico y
cómodo, de líneas sencillas y hogareñas. Se cobra predilección por las maderas
claras como la del cerezo, con ornamentos sobrios como
palmetas y columnillas. Las sillas y sofás son acolchados y con respaldo curvo.
Sus principales exponentes fueron Josef Danhauser, Johann Nepomuk Geyer y Michael
Thonet. El estilo
Imperio y el Biedermeier influyeron en el isabelino español y el victoriano inglés, ambos de aire burgués, dedicados al lujo y la ostentación, aunque sin
renunciar al confort y la funcionalidad. Otra de las variantes durante el siglo
XIX fue el interiorismo ligado a la arquitectura
historicista, especialmente el neogótico, con muebles inspirados en este estilo medieval, de
formas macizas y severas, con una ornamentación a base de arcos y formas poli lobuladas, con
profusión de pináculos y elementos verticales.
A mediados del siglo XIX tuvo especial relevancia el
movimiento inglés Arts & Crafts (Artes y Oficios), promovido por John Ruskin y William Morris, que defendía una revalorización del trabajo
artesanal y propugnaba el retorno a las formas tradicionales de fabricación,
estipulando que el arte debe ser tan útil como bello. En 1857, Morris amuebló su propia casa (Red
House, Bexley Heath, Kent), en un estilo austero,
primitivista, remarcando el carácter práctico y sencillo de las obras. En la
órbita de Morris trabajó Arthur Heygate Mackmurdo, fundador del taller Century Guild de decoración de interiores, donde elaboró muebles
que destacaron por las líneas y ángulos rectos, como su famosa silla de 1881. En Estados
Unidos este
movimiento estuvo representado por Gustav Stickley, diseñador de un tipo de mobiliario sencillo y funcional, sin adornos, que
empezó a construir en serie, con vistas a una mayor comercialización de sus
productos.[8]
A finales del siglo XIX, la llegada del modernismo (llamado Art Nouveau en Francia, Modern Style en Reino Unido, Jugendstil en Alemania, Sezession en Austria, Liberty en Italia, etc.) supuso una gran revolución tanto en la ebanistería como en todas
las artes
aplicadas e industriales, destacando el diseño como factor dinamizador de un concepto más abierto de
la relación entre los diversos elementos decorativos y su espacio circundante:
así, los arquitectos modernistas diseñaban de forma conjunta tanto el espacio
arquitectónico como todo su continente, en el que la ebanistería tuvo un papel
relevante en el diseño de interiores. Un claro exponente fue Antoni Gaudí, que diseñó muchos de los muebles para sus obras,
tanto civiles como religiosas: así, desde el diseño de un pupitre para su
propio despacho al comienzo de su carrera, pasando por el mobiliario diseñado
para el Palacio de
Sobrellano de Comillas, realizó todo el mobiliario de las
casas Vicens, Calvet, Batlló y Milà, del Palacio Güell y de la Torre Bellesguard, para desembocar en el mobiliario litúrgico de la Sagrada Familia. Es de remarcar que Gaudí efectuó estudios de ergonomía para adaptar su mobiliario a la anatomía humana de la forma más óptima posible. Buena parte
del mobiliario que diseñó se expone actualmente en la Casa-Museo
Gaudí del Parque Güell.[9]
Uno de los factores que propiciaron la rápida difusión
del diseño modernista fue el gran aumento de los medios de
comunicación en el siglo XIX, junto a la celebración de eventos especiales como las exposiciones
universales. Estos factores, unidos al incremento de un número cada vez mayor de
público capaz de adquirir obras de arte y artesanía, propició un ambiente cada
vez más dinámico e interrelacionado que comportó un aspecto de democratización del gusto, propiciando las corrientes de moda que tanta importancia tendrían en el siglo XX. Entre los ebanistas y decoradores modernistas
destacaron Henry van de
Velde, Georges de Feure, Émile Gallé –autor de muebles de estilo neo-rococó–, Eugene Vallin, Charles
Rennie Mackintosh, Richard
Riemerschmid, Carlo Bugatti, Gaspar Homar, Joan Busquets, etc.[10]
En el siglo XX la ebanistería ha tenido una rápida evolución,
marcada por el uso de nuevos materiales y tecnologías más avanzadas, y con una
clara apuesta por el diseño como base creadora. Uno de los estilos más
innovadores ha sido el art déco (de arts décoratifs, «artes decorativas» en francés, por la Exposición de Artes Decorativas de 1925 en París), movimiento que supuso una gran revolución para el interiorismo, enmarcado en una producción de lujo destinada a la
burguesía de la belle époque. Este estilo se caracterizó por un tipo de mobiliario
de formas cuadradas y geométricas, con materiales ricos y suntuosos. En 1919 Louis Süe y André Mare crearon la Compagnie des Arts Français, caracterizada por un mobiliario de
inspiración tradicional pero exuberante decoración, como su sala de música para
la exposición Un Musée d'Art
Contemporain de 1925. Otros exponentes fueron Jacques-Émile Ruhlmann, Eileen Gray, Jean Dunand y Pierre
Chareau.
Otro gran adelanto se produjo con la escuela de la Bauhaus, que frente a la excesiva ornamentación del art déco introdujo un concepto de
diseño más racional y funcional, más adaptado a las necesidades reales de la
gente. Esta institución pretendía romper las barreras entre arte y artesanía,
con una clara apuesta por la producción industrial. Su diseño se basaba en la
simplicidad, la abstracción geométrica y el uso de colores primarios y de
nuevas tecnologías, como se hizo patente en el mobiliario de acero tubular creado por Marcel Breuer, el sillón Barcelona
de Ludwig Mies
van der Rohe, los muebles de conglomerado de Alvar Aalto, etc. La asignatura de ebanistería la impartía el
arquitecto Walter
Gropius, que formó a
una generación de diseñadores de gran creatividad. Igualmente, el grupo holandés De
Stijl, de estética abstraccionista (el neoplasticismo), desarrolló un estilo interiorista basado en la
simplicidad, las formas geométricas y los colores primarios, como la famosa silla roja y azul de Gerrit Thomas
Rietveld (1923).[11]
Conclusión
Después de investigar que es ebanistería, las técnicas de la ebanistería
y la historia he llegado a la conclusión que la ebanistería se distingue de la carpintería en que produce
muebles más elaborados, generando nuevas técnicas y complementándolas con otras
para la manufactura de algunas piezas, tales como la marquetería, la talla, el torneado y la taracea, entre
otras técnicas. Aun sin ser característica propia el uso de algún material
específico, la ebanistería busca desarrollar muebles de mejor calidad y diseño.
Este es el oficio que acompaña el proceso de diseño del mobiliario, ya sea
comercial o doméstico.
Por parte
de las técnicas comprendí que : El ebanista debe saber chapear, barnizar, embutir y teñir las maderas, así
como utilizar las veladuras y lobanillos de aquéllas por el bello aspecto que
ofrecen, y hasta debe conocer algo de las artes del tornero y del tallista. Las sierras del ebanista son de dientes finos.
Los cepillos, de boca estrecha, y cuando se tiene gran interés en que no se
levante astilla alguna, los hierros de cepillar o corroer deben estar
estriados en sentido de la longitud del hierro, con lo que su canto se halla
erizado de una dentadura sumamente fina y de dientes triangulares cuya punta
rae sin levantar astillas.
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